Amapolas, en el teatro del Museo Torres García (LA REPUBLICA)

Luis Izzi había dirigido tres obras de Adrián Rodríguez, “Aterciopelada” (2008), “Justo antes del eclipse” (2010) y “Nadie había en el espejo del agua” (2011) y debutó como autor con “Piedra, papel y tijera” (2011) una comedia entre fantástica y lunática que mereció elogios de la crítica. “Amapolas” aborda, con no menos precisión, un tema completamente distinto.

Jorge Arias // LA REPUBLICA // Sábado 24 de noviembre, 2012

Las tres actrices interpretan a tres hermanas, Moni (Natalia Carrau), Francis (Sofía Ott) y Rosi (Erica Gómez Ricci), sobrevivientes de una catástrofe familiar que nos van contando en soliloquios que aluden, rodean y al fin dibujan una historia de ruina familiar, con un hijo no querido y muerto, tal vez producto de una violación, un padre imposible e irrecuperable, tal vez un suicidio, una madre que abandona el hogar huyendo del derrumbe. La idea de que las víctimas de la civilización que vivimos, aún cuando no se den las situaciones extremas de “Amapolas”, son los niños, aparece con toda claridad y el espectador siente la acusación.

La habilidad narrativa y la buena escritura de Izzi son de destacar. Nada de lo que se dice sobra; siempre nos falta algo, pero aunque no comprendamos de inmediato lo que sucede (confesamos tener dudas acerca de algunas partes de la historia) se crea límpidamente una atmósfera ambivalente y viva, mezcla de ingenuidad y malicia, de inocencia y de experiencia, de sueño y realidad. La amapola, que da el título de la obra, implica desde antaño, quizás por las cualidades alucinógenas de sus semillas, que contienen morfina, un poderoso simbolismo de seducción, sueño y muerte. La hermosa metáfora a cargo del nogal que presidió los juegos infantiles y que el padre destruye y hace leña, es una imagen conductora que aparece más de una vez, en diversos tonos que corresponden a los diversos contextos en que se incluye. El conjunto produce una conmovedora sensación de dolor ante lo irremediable, ante el transcurso del tiempo, ante la pérdida de la facultad de aprehender la vida directamente, mutilación que parece causada por elementos que vienen desde fuera hasta el delicado jardín, diríamos hasta el planeta azul, de los primeros años.

La dirección del mismo Izzi es, como siempre, sobria y efectiva, con un elenco de actores que ha llegado a conformar, a través de varias obras, una compañía estable y de buen nivel interpretativo.

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